Reseña: "Hay momentos que deberían ser eternos", de Megan Maxwell.
Eva es una mujer independiente, segura de sí misma y está muy unida a su adinerada familia, a pesar de que sus hermanos, en ocasiones, no se lo pongan nada fácil. Tras un fracaso amoroso en el pasado, decidió volcarse en sus restaurantes, y es su trabajo de chef lo que llena su vida.
Marc Sarriá, más conocido como doctor Sarriá, es un prestigioso y querido cirujano oncólogo en un hospital privado de Madrid. Hace unos años tomó la decisión de vivir el presente y no plantearse el futuro más allá del día a día.
Los caprichos del destino hacen que dos personas tan distintas como Eva y Marc se conozcan una tarde en una azotea y terminen la noche como nunca imaginaron. De pronto y sin proponérselo, ¡acaban convirtiéndose en inseparables! Eva se da cuenta entonces de que existe vida más allá del trabajo, de que la presión, si la controlas, no hunde sino ayuda, y de que el amor, cuando se trata de amor verdadero, es ineludible.
No había leído sinopsis ni opiniones, por lo que empecé a ciegas.

Lo segundo; que esta historia no tiene nada que ver con otras novelas de la autora. En esta ocasión he encontrado una historia de amor familiar, amor en pareja y amor con amigxs.
Las subtramas, algunas tristes y otras más divertidas, completan la novela a la perfección, llegando a sentir odio o empatía hacia ciertos personajes.
He llorado como hacía tiempo no me pasaba con un libro. He sentido felicidad y un alivio tremendo.
Me ha parecido una historia tan real, que da hasta miedo. Y me quedo con que, como dice Marc, la vida consiste en insistir, resistir, vivir y nunca desistir. Y por supuesto, en que hay momentos que deberían ser eternos.
Gracias Megan, ha sido un viaje precioso

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